En la ciudad vivida cotidianamente, emitimos juicios sobre los lugares que visitamos y los que no nos atrevemos a visitar. Este hecho, que podría parecer muy simple y natural, fue una de las principales motivaciones para preguntarnos sobre las formas como las imágenes que tenemos de los “otros”, extraños o cercanos en nuestra ciudad, nos están definiendo mapas de ciudad y rutas para seguir o evitar determinados lugares. Todo esto, no sólo como una forma de experimentar un espacio particular sino como una forma de construir nuestras relaciones sociales. Es decir, de la proximidad o lejanía con los “otros” que habitan un mismo espacio; desde la diferenciación del “otro” a partir del sentido de la distinción social (Bourdieu, 1998). La pregunta que nos sirvió como carta de navegación en las cotidianidades de, aproximadamente, 70 jóvenes de la ciudad de Medellín fue ¿Cómo nuestras experiencias, en el habitar la ciudad, configuran y reflejan distinciones sociales?
Tres colegios de diferentes estratos socioeconómicos y diferentes sectores de la ciudad fueron el escenario para realizar el trabajo de campo. En el primero, la institución “Gente Unida Luz de Oriente” ubicada en el sector de La Honda del barrio La Cruz, trabajamos con jóvenes de grado noveno, entre los 15 y los 20 años de edad; la mayoría de estos jóvenes son provenientes de otras regiones de Antioquia e incluso de Colombia; muchos fueron desplazados por la guerra y la mayoría han vivido el desplazamiento intraurbano, es decir, se han movilizado por diferentes barrios de la ciudad, al ritmo de la intensificación del conflicto urbano en ciertas zonas. El segundo colegio fue el “INEM José Félix Restrepo”, institución educativa seleccionada como el lugar donde podríamos encontrar jóvenes de diversas zonas
de la ciudad y de diferentes estratos sociales. Allí trabajamos con un grupo de aproximadamente 35 jóvenes habitantes de barrios como Castilla, Belén, Santa Fe, Campo Valdés, Aranjuez, El Centro, Robledo, Belalcázar, Pedregal e, incluso, otros municipios del área metropolitana como Envigado, Bello e Itagüí. La tercera institución fue el “Colegio Waldorf Isolda Echavarría”, elegida principalmente por el carácter privado y por el hecho que sus estudiantes provienen de estratos socioeconómicos altos; pero también nos interesó su enfoque pedagógico Waldorf, que la diferencia de otros colegios privados en la ciudad, menos abiertos a este tipo de proyectos. Esta característica del colegio permitió, de alguna manera, la receptividad frente al proyecto. Este artículo constituye, entonces, un acercamiento a los resultados del trabajo llevado a cabo con los grupos de jóvenes de estas tres instituciones.
Inicia con una mirada general al tema de las distinciones sociales y el estigma territorial para, posteriormente, conocer algunas de las imágenes y relatos sobre la ciudad que los jóvenes construyen en su habitar cotidiano.
Finalmente, propone unas reflexiones sobre el papel del estigma y el estereotipo en las maneras de pensar y habitar la ciudad. Partimos de dos ejes analíticos que permiten pensar la relación entre habitar un espacio, las percepciones y las recreaciones que los sujetos construyen de este espacio (físico y social) y de sus habitantes. Estos ejes son: distinción y espacio social y estereotipos y estigmas.
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